domingo, 13 de abril de 2014

Me ha mirado un tuerto

ME HA MIRADO UN TUERTO

Domingo por la mañana, las seis menos cinco en el reloj, no es precisamente la hora en que me apetece levantarme, pero como la obligación es antes que la devoción, pues ahí estaba yo en pie y al pie del cañón, dispuesta como cada domingo que me toca trabajar.
Despierto a mi hijo, él me ayuda con el reparto de prensa cuando me toca a mí, preparo café, sin el café matutino no rollo, necesito mi chute diario para despertar y ser persona.
Después de todas estas rutinas, preparo bocadillos y salimos porque la hora se nos echa encima.
Un domingo a esas horas las calles están desiertas, lo único que se encuentra una, es algún chaval rezagado que vuelve de la discoteca o espera para entrar en un after.
Camino detrás de mi hijo, es joven y en dos zancadas llega, me pregunta que porque no había encerrado el coche en el parking la noche anterior, le digo que no tuve ganas, que todo el mundo está de puente y hay mucho sitio, con los años me vuelvo un poco gandula...
En ese momento mi hijo se para en seco.
 _ ¿Qué ocurre?
 _Mamá, te han querido robar el coche esta noche.
Llego hasta él y veo todos los cristales en el suelo, la guantera hecha pedazos, todos los compartimentos abiertos y las pocas pertenencias esparcidas entre los cristales rotos, y yo me pregunto: ¿qué esperan encontrar en un coche que está aparcado en la calle? ni que estuviese dentro del parking, como yo, imagino que los que aparcan en la calle no suelen dejar nada en su interior, sencillamente unas gafas de sol y una bayeta para limpiar los cristales cuando se empañan.
Hacer tanto destrozo y desbarajuste por unas gafas de sol me parece de una barbarie estúpida, pero me imagino que cuando se sale de copas y se vuelve con unas cuantas de más, pasan estas cosas, vandalismo gratuito, hacer daño por el simple gusto de hacerlo, no es por el cristal que al fin y al cabo lo pagará el seguro pero, ¿era necesario? me pregunto.
La respuesta es muy sencilla, mientras los jóvenes sigan sin tener valores en la vida y el botellón sea su máxima aspiración el fin de semana, seguirán pasando estas cosas, si me hubieran pedido las gafas y la bayeta se las habría regalado con mucho gusto, solo por no tener que pasar por los trámites tan engorrosos de las denuncias y partes al seguro, y, por supuesto porque necesito el coche para acudir a mi trabajo todos los días.
Saludos de una ciudadana cabreada.


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