Querido amante:
Esta
carta es para decirte adiós, ya que no has tenido el valor de decírmelo a la
cara. Sabía que lo nuestro se acababa, pero esperaba que tuvieses la valentía
de hacérmelo saber mirándome a los ojos.
Ahora que todo
terminó puedo admitir que me enamoré, sí, me enamoré aunque luché con todas mis
fuerzas para no hacerlo, pero en el corazón no se manda. Tenías razón cuando
decías que no eras mi tipo, pero no me enamoré de tu físico, aunque con el paso
de los días tus ojos y sobre todo tu voz se me clavaron en el alma, lo que
realmente me enamoró fue tu mente, una mente brillante. Y creo que mi error fue
cuando empecé a halagarte, te empezaste a dar cuenta de mis sentimientos hacia
ti, nunca he sido buena escondiéndolos. Supongo que te asusté.
Te confesaré que
aquel primer beso que me dejé robar, removió cosas en mi interior que hacía
mucho tiempo, o quizá nunca, había sentido. Los pocos cafés que tomamos juntos
fueron momentos preciosos para mí. Aquella comida a la que me invitaste la
guardé en la memoria, sobre todo después de haber pasado por aquel hotelito sin
prisas, recreándonos en nuestros cuerpos, aunque supongo que no supe darte todo
lo que necesitabas, decir en mi descargo que no sabía lo que significaba tener
un amante y creo que tú tampoco, pero en eso igual me equivoco. Aunque supongo
que tampoco eras un amante al uso, solo buscabas donde aplacar tus calenturas.
Tranquilo, no pienso
hacerte ningún reclamo, me dejaste muy claro que no querías ningún tipo de
compromiso conmigo, pero mucho me equivocaría si no pensase que aquellos
abrazos que me dabas no eran precisamente de no sentir nada, todas aquellas
veces que me dijiste “lástima que no nos hubiésemos conocido antes ” creo que
no eran solo por las ganas de conquistarme, mujeres supongo que para echar un
polvo las hay a montones y creo que eras sincero al decir que querías cariño,
yo no sabía que lo necesitaba tanto como tú, (si es que era cierto) hasta que
me abrazaste la primera vez. Aquellos abrazos que duraban unos cuantos minutos
y que casi me rompían de fuertes que eran, aquellos besos al irte ya casi en la
puerta, mirando a la calle por si algún conocido pasaba por allí, aquello, lo
siento, pero creo que no era fingido, por eso no entiendo en qué fallé. Supongo
que pensabas que era una mujer inteligente y culta, bueno inculta no soy, pero
tengo mala memoria y me cuesta estar a la altura en según que conversaciones,
no retengo los datos suficientes para mantener mis argumentos aunque eso me
frustre, pero no lo puedo evitar, mi cabeza piensa dos mil cosas a la vez y al
final no se me quedan grabados los datos
suficientes.
De todos modos
atesoraré en mi corazón cada beso tuyo, cada caricia tuya, cada abrazo tuyo.
Guardaré en mi memoria tus manos acariciando mis pechos, el sabor de tu boca y
esa lengua saboreando mi sexo, al igual que el sabor dulce de tu miembro, tus
gemidos, las posturas imposibles. He de confesarte también que me hiciste
sentir casi bien dentro de mi cuerpo, que has sido la única persona con la que
no he tenido vergüenza de mostrar mi desnudez. Sabrás que cuando llegabas al
orgasmo me hacías feliz. Cada vez que
entrabas por aquella puerta me sentía viva, casi como una quinceañera y cuando
me explicabas cosas de tu trabajo, incluso de tu familia, o alguna de tus batallitas como tú las
llamas, adoraba el sonido de tu voz.
Una vez me dijiste
que contigo no tendría nunca ningún problema, que podía hablarte claro y que
dijese lo que me pasase por la cabeza, y así lo hice. No sé si fue lo correcto,
creo que me dejé llevar por mi lado más infantil, el juego me gustaba y ganarte
de vez en cuando en nuestras puyitas me hacía sentir incluso un poquito más
lista de lo que en realidad soy. Ahora soy yo la que te dice que te quedes
tranquilo, que no te voy a montar ningún sarao, aunque la verdad es que me
hubiese gustado que vinieses a decírmelo de frente, dando la cara y una mínima
explicación, creo que me la merezco. Me preguntaste una vez qué me decía mi
amiga y confidente de lo nuestro, ahora te lo puedo decir, me dijo que pasaría
esto precisamente, te confieso que es un poco bruja, que me harías sufrir,
sobre todo cuando empezaste a no tener tiempo para una visita por corta que
fuese, me decía que no me merecías, ¿cómo podía decir que eras tú quien no me
merecía? entonces yo le explicaba que tenías mucho trabajo, que tenías contratos
que asumir, su respuesta siempre fue la misma, el que quiere encuentra, no lo
justifiques. Pero yo seguía justificándote y lo seguiré haciendo toda la vida.
Creo que me
equivoqué el día que fui a aquel evento al que me invitaste, no teníamos que
llegar tarde pero los astros se aliaron en contra y todo salió mal, estuve a
punto de no ir, pero quería hacerlo, aunque fuese solo por hacer un poco de
bulto, ya que todos tus invitados te iban diciendo que no irían por una razón u
otra, yo tuve que remover Roma con Santiago y aunque un poco tarde, llegamos, y
me encantó verte en tu salsa, has nacido para la oratoria, aunque nunca lo
mencionaste, entonces supe que no debí ir, creo que te molestó y me hubiese
gustado saber el motivo por el que te sentiste tan incomodo.
A partir de aquel
día empezaste a retirarte, quizá fue casualidad, pero te fuiste alejando y ni
siquiera te apetecía el sexo virtual que alguna vez tuvimos, también me di
cuenta la última vez que empecé a jugar y me dijiste que a ti ya te estaba
bien, me quedé un poco descolocada y nunca más lo intenté.
¿Qué fue de tus
calenturas? Ya nunca más me dijiste que te “ponía” que “me tenías ganas”,
aquello me debió dar una pista de tu alejamiento, pero una persona enamorada no
piensa, siempre encuentra una justificación del porqué de tu falta de tiempo, o
del porqué ya no te interesaban mis provocaciones, tenías mucho trabajo, me
decías, tenías problemas de salud aunque no graves y yo seguía justificándote.
No quiero alargarme
más, solo te diré que en el corazón no se manda por mucho que nos empeñemos, él
se entrega a quien quiere por mucho que la razón intente impedírselo. Al final
creo que ambos hemos perdido, tú a quien más te ha querido, yo, yo solo he
perdido el tiempo. Podría decirte muchas cosas pero creo que ya me he
desangrado bastante, ahora toca empezar a vendar este corazón tan herido, que
va a necesitar muchas tiritas.
Esta desilusión
seguro que me servirá para abrir los ojos y endurecer el corazón. Que sepas que
no te deseo ningún mal, pero me voy a despedir con una frase de Chabela Vargas.
“Y no le pido yo al
cielo que te mande más castigo, que estés durmiendo con otra y sigas soñando
conmigo”.