lunes, 24 de julio de 2017

Confesiones

¿Te has enamorado alguna vez?, lo preguntaste de pasada, como aquel que no quiere la cosa. Como decirte que sí, ya lo creo que me había enamorado alguna vez, y siempre pensé que esa alguna vez era la definitiva, eran amores que me aportaban mucho, demasiado, llegué a pensar de alguno de ellos, pero en realidad no era amor, era tan solo atracción física, estábamos bien juntos, nos empezábamos a conocer y nunca teníamos bastante, éramos dos cuerpos insaciables, dos espíritus libres, dos almas iguales, pero no era amor, no estábamos enamorados, sencillamente nos entendíamos en la cama y pensábamos que aquello era suficiente, con el paso de los meses aquel fuego se calmaba y ya no teníamos tantas cosas en común, o en alguno de esos amores incluso me llegué a dar cuenta que en realidad no teníamos nada en común, ni siquiera nos gustaba la misma marca de dentífrico.
Entonces decidí que no quería volver a probar, aquella simple pregunta me dejó k.o., no quería volver a sufrir, aunque sufrimiento no fuese la palabra adecuada, ya que el amor que hubiera podido sentir por ellos hacía tiempo que se había esfumado, había llegado a pensar que si buscaba desesperadamente una pareja era porque no me gustaba estar sola, y me hice el propósito de aceptar que nunca sería una persona que pudiera capaz de vivir en pareja... hasta que llegó él.
No entiendo qué le vi, o qué no le vi, porque nada que ver con lo que siempre había buscado en mis anteriores relaciones, no había pisado un gimnasio en su vida y a mí siempre me habían gustado los hombres que se cuidaban, musculosos pero sin una gota de grasa, que a mí bastante me costaba mantener mi figura tan juvenil como casi cuando tenía los veinte años, las arruguitas que incipientemente intentaban aparecer en mis ojos eran debidamente tratadas por mi esteticista, la dieta la hizo especialmente para mí mi segunda pareja, ¿o fue la tercera? Bueno en todo caso uno de mis hombres, médico nutricionista, decir en mi descargo que siempre he quedado en buenos términos con ellos, seguimos siendo amigos y si hay que salir a tomar una copa lo pasamos bien, y si en algún momento toca tener un detalle con el cuerpo, pues se tiene y ya, hasta hoy. Pero hoy no soy yo, hoy no soy aquella mujer divertida y algo descarada que estaba acostumbrada a los agasajos, acostumbrada a que los hombres volviesen la cabeza a mirarme cunado pasaban  por mi lado. Aquella mujer se evaporó con el interrogante y hoy no me conozco, hoy en mi piel habita una mujer desesperada, una mujer rota, una mujer a la que cortejan cada día una tropa de hombres disputándose sus favores y que eso ya no la complace.
Reflexionando sobre la pregunta en cuestión fue que empecé a hacerme preguntas a mi vez, ¿A qué venía aquella pregunta? me la contestó con una frase retórica ¿Qué se siente que te amen? No pude contestar, en aquel instante me di cuenta que no había habido amor en mi vida nunca, solo sexo y caprichos, siempre había sido una mujer caprichosa, quería algo, lo tenía antes de abrir la boca, pero siempre me faltaba algo y ese algo no quería ser mi pareja, solo quería ser mi amigo. 
Aquella mujer que se comía el mundo, ahora se arrastra por los rincones suplicando un amor que sabe que nunca llegará, al final había entendido la pregunta ¿Has amado alguna vez? me preguntó de nuevo. Sí, pude contestar entonces. ¿Qué se siente cuándo amas? volvió a preguntar él. Es un sentimiento maravilloso, lo darías todo por aquella persona, contesté, y ¿Que se siente al ser amado? Siguió horadando mi corazón; No lo sé.


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