El tanatorio abrió con puntualidad británica, a las ocho en punto. En la
puerta ya esperaban algunas personas que debido a la pérdida no habían podido
pegar ojo en toda la noche.
Abrieron las puertas y una de esas personas era la viuda, entró a las
oficinas a preparar el velatorio y todo lo relacionado con el entierro, cómo si
ella estuviese de humor para escoger músicas, recordatorios ni otras cosas que
le parecían bastante absurdas, al fin y al cabo una vez muerto el burro la
cebada al rabo, que decía su madre, además ella no era especialmente religiosa,
si hacía aquello era por él, un hombre por el que hubiese dado todo lo que
tenía, y era mucho, para que siguiera a su lado, había sido lo mejor que le
pudo pasar en la vida, un hombre divertido, sin prejuicios y siempre dispuesto
a darle el menor de sus caprichos. Pero la vida era cruel y se lo había
arrebatado apenas unos meses después de conocerlo.
Después de realizar todos los trámites entraron en la sala asignada al
cuerpo, allí estaba, tan frío, tan solo, con su traje de Armani, el que se
resistió tanto a que ella le regalase, pero había visto con qué ojos se lo
miraba, ella era generosa por naturaleza y no le dolía pagar lo que fuese si
con ello la persona que había a su lado era feliz y Gerry no hacía más que
repetirle lo feliz que era. Por eso le pareció tan cruel que aquel infarto se
lo llevase tan pronto, ni siquiera había tenido tiempo de hablarle de su
familia, decía que no eran nada importantes, le hubiera gustado poder llamar a
alguno de ellos para pasar juntos un trance tan amargo, con el único que pudo
contactar fue con su amigo, el que los
presentó, aunque era una relación un tanto extraña, siempre iba tras él,
siempre como su sombra, qué amigo tan fiel, tan callado, tan atento a sus
necesidades, y él a veces se mostraba incluso descortés con el pobre hombre,
aunque lo más extraño es que no parecía importarle.
Estaba evocando momentos felices a su lado y pensando que en realidad no
sabía gran cosa de él cuando entró el amigo, acompañado de otro personaje.
Se levantó de donde estaba para saludar a los recién llegados cuando el
amigo le susurró al oído que saludase al presidente.
—¿Presidente, qué presidente? —dijo extrañada levantando la cabeza de
golpe.
Creyó morir, allí estaba dándole el pésame con un español macarrónico el mismísimo
presidente de Estados Unidos... Donald Trump en persona, y ella se había quedado
paralizada, no tenía ni idea de cómo debía dirigirse a él, ni por qué demonios
estaba aquel hombre allí.
—Sorry, my dear sister in law, supongo que my brother nunca habló about
me.
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