martes, 22 de septiembre de 2015

Un banco en el parque

Llegó tarde, pero llegó.
Durante mucho tiempo no quiso hacer caso al corazón. Había sido una decisión muy meditada, sonrió para sí al pensar en lo impulsiva que había sido de jovencita. Cuanto le había costado contener esos impulsos. El último acto impulsivo que había cometido fue casarse. Ya en el altar se había dado cuenta que se equivocaba, pero la juventud cree que todo lo puede y pensó que lo cambiaría, pensó que ella tenía un arma poderosa para transformar su genio en cariño. Como con todo lo que tenía que ver con él, se equivocó, quién no quiere cambiar nunca cambia, le comentaba una buena amiga, aunque ella siempre contestaba que con el tiempo lo lograría, pero no fue así, él no cambió , pero ella si.
Su alegría poco a poco había ido dando paso a la tristeza, a la apatía, a la soledad. Hasta que lo conoció, al principio pensó que sencillamente era alguien con quien conversar, después quedaron a tomar un café, ella se sentía tan sola que aquel café abrió la compuerta de su ilusión. Después de aquel día llegaron otros, una invitación a comer, un paseo por el parque.
Volvía a sentirse viva, aquella compañía le sentaba tan bien, que aquel que nunca la miró se dio cuenta que ella había cambiado. Él, que nunca se fijó cuando el cambio la había ido apagando, cuando sus ojos dejaron de brillar, ahora se reía de ella por sus ganas de verse bien. ¿No eres muy mayor para tanto maquillaje? le decía con sorna. 
Lo de ahora no era tal cambio, era una regresión, sencillamente volvía a aflorar la mujer que llevaba tanto tiempo dormida en su interior.
Y llegó el día que ella tanto temía, no quería reconocerlo, ni ante sí misma, pero se había enamorado. Se había enamorado de aquel personaje que parecía salido de una de sus novelas favoritas, se había enamorado de alguien que había llegado demasiado tarde a su vida, después él le confesó lo que sentía por ella y se asustó.
Huyamos, le dijo él, una fría mañana de invierno. Pero la otrora impulsiva no quería volver a equivocarse, le dijo que lo tenía que meditar.
Si lo tienes que pensar es que no me amas lo suficiente, pero como yo sí que te amo por los dos te espero en el parque de nuestra primera vez. ella no le prometió nada.
Dio muchas vueltas, ¿realmente quería romper con todo? tantos años reprimiendo sus emociones la habían hecho cauta, incluso timorata, asustadiza. Pero al final el corazón manda sobre la razón y dijo sí. Sí, quería empezar de nuevo, se merecía aquella segunda oportunidad.
Durante la noche había caído una gran nevada y el frío calaba los huesos, no le importó, se puso unas botas, el plumas, la bufanda y salió corriendo hacía la felicidad.
Y llegó, pero llegó tarde. el banco estaba vacío, lo único que encontró fueron unas huellas que se alejaban maculando la hermosa sábana blanca que cubría el parque aquella mañana.
Teresa Mateo