La cena de navidad estaba preparada, todos los invitados habían llegado,
solo faltaba uno, el hermano mayor, que, aunque su edad física era de cuarenta
y cinco años la mental no pasaba de siete.
Era una criatura amable y cordial con todo el mundo, por eso estaban
tranquilos, todos en el pueblo lo conocían, pero aquella noche era nochebuena y
le habían dicho que no volviese tarde, que había regalos, esa palabra era
mágica, le encantaban los regalos.
Empezaron a poner la mesa y a preocuparse, aquello no era normal.
Cuando dieron las diez de la noche ya estaban todos nerviosos y buscándolo
por todas partes, llamaron a los lugares donde siempre solía estar, nadie lo
había visto desde hacía varias horas.
Viendo que no llegaba se empezaron a movilizar, policía, guardia civil,
vecinos del pueblo, todo el mundo se volcó en buscarlo, pero no aparecía,
durante casi un mes estuvieron batiendo el pueblo y los alrededores, incluso
llegaron a pueblos distantes en más de doscientos kilómetros, inundaron las
redes sociales, empapelaron el pueblo y los adyacentes de carteles donde se
daba la descripción y se añadía que necesitaba medicación, se pusieron en
contacto con la asociación para la búsqueda de personas desaparecidas, pero no apareció, en todo el tiempo, no
apreció.
Dos meses antes
Llamaron a la puerta, Yolanda estaba enfrascada con unos trabajos que
tenía que presentar en la universidad, había dejado a su madre, aquejada de
Alzheimer, en el centro de mayores y no esperaba a nadie, sus hermanos vivían
fuera y estaban cada uno en su trabajo, ella era la más pequeña y le había
tocado hacerse cargo de su madre y hermano, y lo hacía con gusto, su madre
estaba mal, pero a ratos se podía mantener una corta conversación con ella, lo
malo eran sus momentos de lucidez en los que preguntaba por su hijo, al ser
discapacitado nunca se había separado de él, la excusa que le daban era que
estaba en un centro de día donde aprendía a valerse por sí mismo, al darse la
vuelta, por suerte para ella, lo había olvidado.
—¿Yolanda? —dijo un señor acompañado de su hija, una jovencita de unos
trece años, cuando está abrió la puerta.
—Sí, soy yo, ¿en qué puedo ayudarle?
—¿Podemos pasar? Tengo algo que decirte y no es agradable —la tuteó.
Se hizo a un lado y los dejó pasar, no le era desconocido aquel hombre,
pero tampoco habían cruzado nunca nada más allá de un saludo.
—Verás, no sé por dónde empezar… pero esta mañana unas compañeras de Aina
han abusado de Ramiro, he venido en cuanto me lo ha dicho, lo han grabado con
el móvil, así que he pensado que debes hacer algo antes de que lo borren.
Sacó el teléfono móvil de su hija que llevaba con él y le enseñó el vídeo
que le habían pasado, cuatro chicas de entre quince y diecisiete años se reían
de él, lo hicieron desnudar y le hicieron que se masturbara delante de ellas, el
hombre con mente de niño no entendía nada, solo lloraba.
El buen hombre la acompañó a la policía a poner la denuncia, por suerte
había sido todo muy rápido y aquella misma tarde se presentaron los agentes en
el instituto y requisaron todos los móviles, el setenta y cinco por ciento de
ellos tenía la grabación, al considerarse por su minusvalía un menor de edad,
el juicio sería bastante rápido, para mediados de enero se fijó la fecha.
Durante todo ese tiempo la policía empezó a hacer averiguaciones, la cosa
estaba clara pero necesitaban saber de quién había partido la idea, las jóvenes
se habían enrocado y estaban todas a una, pero si no se aclaraba pagarían todas
la misma pena.
La desaparición de Ramiro había dejado al pueblo dividido entre los que
decían que se había caído por algún precipicio o perdido en el bosque, cosa que
él en cuanto anochecía no pisaba, le daba pánico la oscuridad y los que decían
que el juicio tenía algo que ver con ello. Habían asignado un policía al caso y
Yolanda estaba muy pendiente, por algo estudiaba criminalística, aquello le
estaba sirviendo, por desgracia, para tener experiencia de primera mano en un
caso real y doloroso, suerte que el agente siempre estaba dispuesto a escuchar
sus opiniones o ideas, poco a poco la colaboración se fue convirtiendo en
amistad y la amistad en algo más profundo que ninguno de los dos estaba
dispuesto a admitir, al menos Yolanda se había propuesto aclarar el caso antes
de dejar que los sentimientos ahondasen en su corazón, no quería
interferencias, necesitaba la cabeza fría para pensar.
Llegó el día del juicio, al ser menores de edad las chicas iban con sus
padres y abogados, estaban nerviosas, a Yolanda no le pareció raro que se
presentase David, el padre de la joven que había ido a su casa a denunciar los
hechos.
El juicio se saldó con una multa, cosa que a Yolanda no le pareció justo.
Poco a poco el pueblo retomó la normalidad, pero en las cabezas de Yolanda y
Alex, el policía, resonaban algunas cosas que no acababan de cuadrar.
El tiempo pasaba y no había noticias de Ramiro, el comportamiento de
David de vez en cuando parecía impostado, estaba demasiado preocupado por el
paradero de Ramiro, fue el primero en apuntarse a las batidas, el primero en
ofrecerse por si necesitaban algo, pero cada vez que se ofrecía, a Yolanda le
daba un escalofrío, no sabía por qué pero allí estaba aquella sensación. Alex
llegó un día a casa de Yolanda, le expuso precisamente la misma sensación que
tenía ella, habían llegado a la misma conclusión a partir de puntos de vista
diferentes, quedaron en que lo vigilarían, si estaban equivocados no pasaría
nada, le explicó a la joven, aquello era extrapolicial, se había involucrado
mucho en el caso y sus superiores casi lo habían archivado, Alex con tal de
seguir en contacto con Yoli, era capaz de cualquier cosa, estaba seguro que
ella también sentía algo por él, pero ella se había jurado que mientras no
esclareciera lo que había pasado con su hermano, no podía centrarse en hombres
ni en nada que se le pareciera.
Casi un año después
David empezó a relajarse, ya no estaba tan interesado en el caso, parecía
que se había quedado tranquilo, un día Alex lo vio acompañado de una de las chicas
acosadoras, aquella chica era una de las mayores del grupito, tendría unos
diecisiete años, pero la actitud era demasiado sospechosa, parecían una pareja,
los siguió, entraron en un hotel de bajo coste, aquello era raro.
Esperó a que salieran, estuvieron allí un par de horas, el tiempo que
duraban las clases, se despidieron con un fugaz beso en la puerta, lo que
confirmó sus sospechas.
Empezó a investigar por aquel lado, aquello se ponía interesante, ¿qué
tenía que ver aquella joven con David? Centró su investigación en el juicio, en
aquel juicio, alguien pensó que si no había cuerpo del delito no había delito,
se equivocaron, la tutora legal de Ramiro era su hermana y a ella le
correspondía representarlo, así que hubo juicio y hubo sentencia, de pronto
pensó lo que habían descartado como una mala casualidad, la desaparición de
Ramiro tenía mucho que ver con aquel juicio, y empezaba a pensar que aquella
extraña pareja también.
Ramiro se había fijado en la joven, le había dicho en alguna ocasión que
era mala, lo que dicen los niños cuando alguien hace algo por lo que a ellos
les castigan, así que cada vez que la veía le decía que era mala, que era una
marrana, había sorprendido a la pareja haciendo el amor en el coche y en su
infantilismo les dijo que se lo diría a su madre, el plan fue abusar de él para
poder acusarlo a su vez, no contaban con la hija de David, aunque era más
pequeña la incluyeron con tal que mantuviera la boca cerrada, pero entró en
pánico y se lo explicó a su padre, este se acojonó y fue a buscar a Ramiro,
quiso hablar con él, lo encontró camino de su casa la tarde de nochebuena,
Ramiro se asustó al ver que el coche se ponía a su altura, echó a correr, con
tan mala suerte que se cayó y el coche le pasó por encima. David se asustó,
pensó llevarlo a un hospital ya que parecía que seguía con vida, por el camino
se murió, como estaba solo lo llevó a su casa… estaba en obras.