sábado, 9 de mayo de 2020

Cuarentena

Querido diario, parece ser que estamos en cuarentena, y yo me pregunto ¿eso no era para las parturientas? ¿Una cuarentena no es para amamantar a un bebé? ¿Para que la madre no salga de casa y nadie vea la tripa que le ha quedado o las “mamellas” que se le han puesto? Ah, no, ahora recuerdo que una cuarentena eran los cuarenta días que se aislaba a la gente cuando la peste. ¿Pero la peste no fue allá por el año mil trescientos cuarenta y tantos? Madre mía hemos retrocedido unos cuantos siglos, a ver que los cuente uff siete siglos después y seguimos con la peste a cuestas.
—Tereeeee — oigo que me llaman—, ¿me puedes decir dónde carajos has metido mi pijama de los domingos?
En mi casa nadie encuentra nada. Mi marido se ha tomado muy en serio lo de hacer una lista para sobrellevar la pandemia.
—¿Es este? —Abro el cajón de la cómoda y saco el último pijama que he guardado y que resulta que es el que más le gusta al señor y lo tengo que lavar cuando se despista, porque no se lo quitaría—. A ver, pero ¿hoy no tocaba sesión de ejercicio mañanero?
—¿Era hoy? Creo que he perdido la cuenta, cariño ¿cuántos días llevamos ya encerrados?
—Encerrado tú, yo te recuerdo que tengo que ir a trabajar, lo mío se considera primera necesidad. Salgo del trabajo y me paso por el súper, haciendo unas colas de horas para que vosotros no tengáis que salir y no os expongáis al puñetero virus.
—Pues ayer no te pusiste mascarilla, a ver si nos vas a meter el virus en casa, piensa en los niños. Creo que deberías buscar donde vivir estos días, los vecinos el otro día me comentaron que no están tranquilos contigo en la escalera. Podías irte a casa de tu hermana, al fin y al cabo es una vieja solterona, no se perdería nada, ya has escuchado al vicepresi, total solo son viejos, no aportan nada y se gasta mucho en pensiones y médicos.
—Voy a pensar que lo dices en broma, cuando montaste aquel negociete bien que no le hiciste ascos al dinero que te prestó y que creo que ni siquiera se lo llegaste a devolver, porque el negocio no fue bien. ¿No pensaste que era difícil montar un negocio de hielo en el polo norte? Tú y tus negocios absurdos.
—Calla, calla, que empieza el Aló presidente, a ver cuántos días nos van a alargar esta vez. Cuando salgamos de esto lo primero que voy a hacer…
—Cuando salgamos de esto lo primero que vas a hacer son las maletas. Si yo me voy de aquí no sé qué sería de vosotros. Te pasas el día entre el balcón y la terraza. Lamento que ahora no puedas seguir con tus amiguitas poniéndome los cuernos y buscando excusas baratas.
—Amor, si te confesé todo aquello no era para que me lo reprocharas cada vez que tenemos un pequeño desencuentro.
—Claro que no, cielo, ya no te reprocho nada. Pero como quieres deshacerte de mí enviándome con mi hermana he pensado que te lo debía recordar, sabes perfectamente que si sigues aquí es porque en el fondo te aprecio.
—Yo saldría y haría todas esas cosas que haces tú, pero no me dejas. Ni siquiera tengo ropa para salir a la calle, no me has comprado ni una puñetera mascarilla y en zapatillas tampoco es muy recomendable salir.
—Vida, no necesitas salir de casa para nada. ¿No estás cómodo en casa? Tienes Netflix, HBO, Tve, un montón de películas y series para entretenerte. Me gusta tenerte en casa, lo sabes, me quejo de vicio. ¿Por qué crees que no te concedí el divorcio cuándo me lo pediste? Eres mío y siempre lo serás. Lo dijo el cura el día que nos casó.
—Mi madre me lo dijo, que no debía casarme contigo, pero la pistola de tu padre era un muy buen estímulo.
—Te encanta recordar esos pequeños detalles, por eso te quiero tanto, por eso siempre seguirás a mi lado mi amor.
—Pues claro, no puedo dejar de pensar cómo habría sido mi vida si aquel día hubiese sido más valiente.
—Amor, sólo habrías muerto unos cuantos años antes.
—Lo sé, cariño, el cianuro tenía muy mal sabor.



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