Llevo demasiados días sin verla, estoy seguro que debe estar molesta
conmigo, pensaba Jaime sentado en su oficina y notando como el deseo se abría
paso en sus venas.
No se lo pensó más, la necesidad de abrazarla, de besarla, de tenerla
entre sus brazos era superior a sus fuerzas, llevaba días disperso, las
montañas de trabajo se acumulaban sobre la mesa de su escritorio y no era capaz
de darles salida, no se lo pensó dos veces, ni siquiera la llamaría, se
presentaría en su casa, cuándo lo viese seguro que no le tiraría la caballería
encima. Al llegar casi a la puerta de su casa recordó que a dos calles había
una coctelería en la que preparaban aquellos alexander que a ella tanto le
gustaban, sería la manera de hacerse perdonar la ausencia y el no haberla
llamado en unos cuantos días.
Con el cóctel en la mano llamó al timbre y solo pensar lo que le esperaba
en cuanto ella le abriese la puerta una sonrisa se instaló en su cara, la
primera idea había sido camuflarse detrás de un enorme ramo de rosas, pero
estaba seguro que le diría que aquello estaba muy trillado, por eso pensó que
el cóctel la pillaría por sorpresa y eso era precisamente lo que él buscaba aquella
tarde, darle una mayúscula sorpresa, se la merecía por toda la paciencia que
tenía con él.
Cuando Rhona abrió la puerta en lo primero que se fijó fue en sus ojos,
estaba triste y sabía que él era el culpable, así que la compensaría en la
medida de lo posible, y tenía unas ganas locas de compensarla, de hacerla feliz
como a ella le gustaba, aunque ella seguro que pensaría que lo hacía por
egoísmo, pero nada más lejos de la realidad, lo hacía por los dos, tampoco era
cuestión de mentirse a sí mismo.
Le encantó la manera en que ella atrapó la copa entre sus manos, la forma
de sorber el cóctel con la pajita, el primer trago pasando por su garganta y el
regusto que le dejó al besarlo.
—No te imaginas las ganas que tenía de verte —le dijo.
Rhona le contestó si solo de verla, ¿cómo podía poner en duda las ganas
que tenía siempre de ella? Pero si era obvio, había dejado el despacho
diciéndole a la secretaria que si alguien preguntaba estaba reunido, algo que
no solía hacer nunca, el trabajo era lo primero, aunque Rhona cada vez se le
metía más adentro, dichosa crisis que no le permitía delegar más. Se dejó
arrastrar de la corbata, eso le gustaba, le encendía que ella se mostrase un
poquito salvaje en alguna ocasión, así demostraba ella que tenía tantas ganas
como él, la tarde prometía.
Encendió unas velas que enardecieron más aún si eso era posible las ganas
que tenía, si por él hubiera sido habría pasado de preliminares, pero eso era
imposible, a las mujeres les gustaban y esta era especialista en ellos, debía ser
sincero con él mismo, también le gustaban cómo le ponía cuando lo arrastraba de
la mano para llevarlo a la ducha, el chorro del agua caliente mojando sus
cuerpos, esa sensación cuando le pasaba el gel, afrodisíaco según ella, cosa
que no necesitaba, pero reconocía que olía bien, y no sería el gel, pero la
sensación mientras sus manos lo enjabonaban estaba consiguiendo que lo creyese,
y le dijo cursi porque dibujó un corazón en la mampara de la ducha, más cursi
había sido él al meterse en la cama abrazarla por detrás y decirle que no
necesitaba nada más, y en realidad así era, cómo le gustaba el roce, piel con
piel, qué sensación tan maravillosa. Se hubiera quedado la vida entera así,
hasta tuvo la osadía de decírselo, y ella se revolvió mimosa ajustando más si
cabía su silueta a la de él, lástima de aquella llamada, ¿por qué tenía la
sensación que su mujer tenía un radar para saber cuando estaba con ella?
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