El diamante
Lección de humildad
Cuando ya se estaba acomodando observó una sombra que se acercaba corriendo por un sendero, era un campesino.
Cuando éste llegó hasta él, comenzó a gritarle:
-¡La piedra, necesito la piedra! ¡Dámela!
-¿La piedra? ¿Qué piedra? -contestó el monje sorprendido- No sé de qué me estás hablando.
-Sí, la piedra, la piedra… esta noche soñé que alguien iba a acampar justamente en en este árbol y que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre. ¡Necesito esa piedra!
De pronto, el monje asintió y, tranquilamente se levantó. Abrió una de las bolsas que llevaba y comenzó a buscar en su interior.
-Sí, creo que ésta es la piedra que buscas, la encontré ayer de camino a aquí -y se la entregó al campesino.
-¡Vaya! -exclamó- ¡Es un diamante, es un diamante! ¡Es el diamante más grande que he visto nunca! ¿De verdad puedo quedármelo?
-Sí, claro -le contestó el monje mientras volvía a sentarse de nuevo bajo el árbol.
-Gracias, ¡muchas gracias! -y se fue corriendo.
El campesino llegó a su casa y estuvo toda la noche dando vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño.
En cuanto amaneció, cogió la piedra preciosa y marchó hacia el árbol donde estaba el monje.
Al llegar a él, se acercó, alargó la mano y le tendió de nuevo el diamante.
-Toma, no lo quiero, no es esto lo que quiero, lo que realmente quiero es la otra riqueza.
-¿Qué otra riqueza? -le contestó el monje extrañado.
-La que te ha permitido desprenderte con tanta facilidad de este diamante.
Cuento original de Anthony de Mello
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