Machismo
Articulo de Margarita Rosa de Francisco
Gran actriz y mejor persona
Cada vez que oigo a una mujer diciendo esta frase me hierve la sangre.
La última vez fue en el gimnasio hace pocos días, durante una charla entre dos
clientes frecuentes del lugar.Foto: Tomada de instagram.com/margaritarosadefrancisco
Debo decir, y valga la cuña, que las mujeres que veo a diario en este sitio son especialmente guapas. Nuestro entrenador, Pacho Saavedra, es un gran profesional con amplio conocimiento de la forma como funciona nuestro cuerpo y se preocupa porque no solamente logremos tener una figura agradable a nuestra vista sino un bienestar permanente en todo sentido. Es así como sus programas de ejercicios y nutrición dan como resultado un ramillete insólito de hombres y mujeres de todas las edades con unos cuerpazos tremendos pero sobre todo saludables.
La mayoría de la clientela es femenina; el espacio es más bien pequeño pero bastante acogedor, y entre 9 y 11 de la mañana puede haber unas 10 mujeres esculturales haciendo diferentes ejercicios, ya sea con bandas elásticas, pesas, poleas, rampas, bolsas de arena, plataformas, etc., que desde un punto de vista panorámico parecerían las piezas de un reloj perfecto, cuyo mecanismo se encarga de poner en marcha nuestro querido Pacho con el tino y precisión del mejor relojero.
Yo suelo ir a lo mío y hablo muy poco o nada. Como no me gusta parar entre un ejercicio y otro, no entablo conversación con nadie durante la hora y media que dura mi rutina. Pero eso sí, me arrullan los diálogos que en el entretanto actúan como telón de fondo y que a veces sostienen estas bellezas a propósito de sus vidas cotidianas en medio de esa tácita hermandad que se propicia en los campos de tortura.
"Está hermoso ese top. ¡Qué tal como se te ven esos abdominales! - No, divina la faldita que tienes puesta, me fascinan esas falditas pero mi novio no me deja usarlas. - ¡El mío tampoco! Me toca salir tapada con sudadera hasta el cuello y cambiarme aquí. - ¿Verdad? Yo ni siquiera le puedo decir que acá también vienen hombres porque o si no me arma tronco de taller. Te imaginas donde me vea vestida así y con tipos entrenando? - El mío es un descarado. El pasado fin de semana nos fuimos para Girardot, con ese calor y no me dejó salir con camisetas ajustadas. Desde que se me empezaron a marcar las abdominales me dice que estoy seca y fea. - Es que a ellos no les gusta que uno se ponga bonito, el mío es igualito. Al principio les encanta, después no lo dejan a uno lucirse, tan pendejos. - ¡Claro! Y lo peor es que como me acostumbré a comer sano y ya no le hago la segunda con los chicharrones y las empanadas ¡si vieras como se me emberraca! ¡Está a punto de prohibirme hasta las ensaladas! - Uy, no. A mí me tocó empezar a venir aquí al escondido pero me pilló y tuve que traerlo para que me dejara seguir viniendo. ¿Pero sabes con qué me salió? Con que va a montar un gimnasio completo en la casa para que no tenga que volver".
No es la primera vez que atestiguo parrafadas de este estilo entre mujeres. Además su tono es bastante jovial, casi parecen sentirse halagadas por el hecho de ser objeto de tan frenética custodia, pues ese celo de la posesión les confiere un valor. Entre más se vigila al objeto, éste parece valer más, y se conforman con esa extraña medida a duras penas aplicable a las cosas y a los animales.
El hecho de sentirnos necesitadas de protección casi que por orden de la genética, produce la resolución deforme de ajustarnos a hombres misóginos que no están a la altura de nuestro intelecto ni de nuestra capacidad emocional. Tal es el miedo ancestral a quedarnos sin hombre; una mujer sin hombre da lástima, da vergüenza, mejor aguantarse alguno, así sea un idiota que crea que somos una cosa, pero al menos una cosa valiosa que aunque de la más torpe manera, va a "cuidar".
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